Sábado, 23 Septiembre 2023 12:27

MI QUERIDA ELIZABETH VALENZUELA

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Primer tiempo

Conocí a Elizabeth en 1982, cuando se inscribió a un taller de arte feminista que facilité en la Antigua Academia de San Carlos, en lo que entonces era parte de la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la UNAM. No recuerdo cómo fue la primera sesión, pero conservo la sensación de sorpresa, gratitud y afecto con la que llegamos cada una de las artistas e historiadoras del arte que participamos, especialmente las más jóvenes, como Elizabeth Valenzuela y Patricia Torres. Nos sentíamos en casa, en un lugar seguro.

Estuvimos reuniéndonos todos los sábados durante dos años en un salón al que le decían El Toreo o, cuando se negaban a abrírnoslo porque a más de uno le irritó que hubiera un taller de arte feminista en San Carlos, nos íbamos al Café Moneda. Ahí compartíamos información sobre mujeres artistas, se investigaba la situación de las artistas en México[i] o hacíamos dinámicas como la del pequeño grupo en el que cada una compartía sus vivencias personales para entender los aspectos estructurales de nuestras experiencias. Esto permitió que nos conociéramos bien y que se afianzara el afecto que surge de escucharnos atentamente las unas a las otras. El proceso llevó a la conformación del colectivo Tlacuilas y Retrateras.

Tlacuilas y Retrateras primera manifestacion

De izquierda a derecha: Ana Victoria Jiménez, Elizabeth Valenzuela y Lorena Loaiza.  Foto posiblemente de Víctor Lerma.

La primera actividad pública del grupo fue la participación en una manifestación en contra de la violencia hacia las mujeres para la cual se hizo esta manta invitando a las mujeres a defenderse de las agresiones.  Ahí vemos a Elizabeth en primera fila. En esa manta se percibe la mano de las artistas. 

Otro de los eventos fue un performance sobre el trabajo doméstico que se presentó en la Biblioteca de México, en el cual el grupo entero participaba manipulando unas enormes telas sedosas, en un juego sensual y sensorial.

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En 2016, cuando se presentó documentación de Tlacuilas y Retrateras en mi exposición Si tiene dudas pregunte… una exposición retrocolectiva de Mónica Mayer en el MUAC, intentamos averiguar de qué se había tratado el performance y nadie supo. Solo había recuerdos vagos de que tenía que ver con la creación física y artística, pero nada específico. Curiosamente, lo que sí se me quedó grabado fue la sensación envolvente y ligera de esas enormes telas por las que entraban y salían las integrantes del grupo.

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Elizabeth Valenzuela y Patricia Torres

Todas las Tlacuilas y retrateras

De izquierda a derecha: Patricia Torres, Marcela Ramírez, Ana Victoria Jiménez, Lorena Loaiza y Karen Cordero.

En 1984, Tlacuilas y Retrateras se lanzó a organizar La fiesta de XV años, su proyecto más ambicioso. El tema del proyecto se decidió colectivamente y de la misma manera se realizó la amplia investigacion social, económica, política y artística que lo sustentó. Todas participamos en los diversos aspectos de la organización de la pieza, incluyendo el baile para el cuál hasta nos compusieron un vals, la exposición y los eventos paralelos, así como en el diseño, la difusión y las estrategias para invitar al público, que fueron muy exitosas ya que llegaron cerca de dos mil personas, siendo que esperábamos un máximo de doscientas. El espacio se desbordó.

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Durante el ensayo de la Fiesta de XV años, Elizabeth bailando con el artista Nahum B. Zenil.

Menciono esto porque además del trabajo colectivo, varias hicieron performances en pequeños grupos. Elizabeth y Patricia llevaron a cabo una pieza muy íntima a medio patio y, con el caos por la enorme cantidad de público, era imposible escucharlas.  Raquel Tibol, la crítica más conocida y temida en ese entonces, estaba en primera fila, y empezó a bastonear en el piso con su paraguas y a gritarles que no se oía nada. El pleito siguió en la prensa cuando desde el grupo Polvo de Gallina Negra cuestionamos a la crítica por portarse como la mamá gritona y regañona de la quinceañera. Me sorprendió mucho que que Ellizabeth no hubiera salido corriendo lo más lejos posible del medio artístico después de esa amarga experiencia, pero afortunadamente siguió su camino.

AURORA ELIZABETH VALENZUELA

Aurora, óleo s/tela, 23 x 35 cm, 1995

Después de aquellos años intensos de trabajo y convivencia nos vimos poco, aunque en algún momento me regaló un pequeño óleo sobre tela titulado “Aurora”, de 1995, que acompaña desde entonces, y hoy me recuerda su presencia sutil, inteligente y llena de matices.

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Pero la muerte es implacable y hace algunos años me enteré que Elizabeth falleció, demasiado prematuramente. Hoy, gracias al amoroso trabajo de sus hermanas por reunir su obra, he tenido la oportunidad de ver una amplia colección de sus pinturas y me han impactado.  Sus obras, que de lejos da la sensación de suavidad, como aquellas telas del performance con Tlacuilas y Retrateras, ya de cerca nos permiten recorrer una amplia gama de sentimientos y sensaciones, que van desde el terror mortal o la calma del paisaje idílico, hasta el misterio de una mujer con los ojos cerrados y un huevo en la boca o las imágenes que nos remiten a los cuentos de hadas.  

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Pero el cuadro que más me sorprendió, es un extraño bodegón que parece que estamos viendo desde arriba o que está hecho para montarse sobre una mesa. Me fascina por explícito: en poco menos de la mitad del cuadro vemos solo fondo, aparentemente de un solo color, pero que visto con cuidado nos presenta gran cantidad de tonalidades. Sobre este hay naranjas enteras, un gajo solitario y tres cerezas o pequeñas ciruelas, una de ellas alejada de las otras, como acercándose al gajo de naranja. Las posibilidades de interpretación son múltiples, desde un cuadro que aún estaba en proceso, un recuento minucioso de lo que veía frente a ella, la metáfora de un núcleo familiar o la fascinación por las formas, colores y texturas que es evidente en toda su obra. 

Si Elizabeth estuviera viva y si yo siguiera escribiendo sobre arte para un periódico, antes de escribir este texto la hubiera llamado para ir a su casa o a su estudio a platicar con ella toda una tarde sobre sus piezas o su proceso, para preguntarle qué buscaba a través de sus obras. Me entristece no poder hacerlo, pero me conmueven sus piezas que nos siguen hablando. 

Instagram elizabeth

Segundo tiempo

En un segundo momento de este nuevo acercamiento a mis recuerdos de Elizabeth y de su obra, tuve la oportunidad de asistir a su estudio, conservado casi igual que cuando ella lo habitaba. En esta ocasión, ante la sorpresa de ver personalmente la enorme cantidad de obra que ella dejó, preferí hacer un pequeño video para el proyecto Archivando y Hablando en Instagram Archivando y Hablando en Instagram al que estoy subiendo pequeñas piezas en aos que me refiero a ese lugar en el que la memoria y los materiales de archivo se desgastan, lo cual es triste, pero a la vez este olvido permite resaltar cosas en las que no nos habíamos fijado antes.

Foto video Elizabeth

Además, estar en el estudio de Elizabeth me hizo comprender que hay cosas que se pueden decir con las palabras y otras con las imágenes. Les invito a a YouTube a verlo AQUÍ.

[i] El No 33 de la revista FEM, de abril-mayo 1984 dedicado a La mujer en el arte, incluye un artículo llamado Tlacuilas y Retrateas en el cual dan cuenta del taller, de su brupo y de una investigación que hacen sobre la situación de las artistas, tanto en espacios culturales gubernamentales, como en galerías privadas.

Mónica Mayer 2023

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