A lo largo de los años he aprendido varias cosas sobre el arte efímero, pero, la más importante, la más obvia, es que eventualmente todo el arte desaparece, pero el arte efímero lo hace de volada. Si no se documente por distintos medios, ya sea visualmente, a través de textos o de la historia oral, o si no se replica, será difícil que reverbere, cosa que sería importante para continuar con las cadenitas de conocimiento van construyendo eso que llamamos arte. En este sentido, como las personas también somos efímeras, pienso que la forma en la que recordamos a los muertos también nos funciona para el arte efímero: lo podemos recordar a través de fotografías o grabaciones, por sus hijxs, su legado o sus mitos. Estas obras viven en el archivo, en la memoria y en otras obras.
Teniendo esto en mente, el día que Gemma Argüello vino a escudriñar mi archivo como parte de la investigación de la exposición Coordenadas móviles: redes de colaboración entre mujeres en la cultura y el arte (1975–1985) que estaba preparando con Carla Lamoyi, Roselin Rodríguez y Natalia de la Rosa, y pensando en las piezas que estoy desarrollando para mi proyecto Hablando se entiende la gente: interviniendo el archivo de Pinto mi Raya a partir del texto, la imagen y la palabra, que precisamente investiga los silencios en los archivos de arte y las lagunas en mi propia memoria como artista, propuse hacer un breve video en el que hablara sobre la conferencia performanceada Mujeres artistas o se solicita esposa.
Les cuento un poco de esta obra del grupo de arte feminista Polvo de Gallina Negra (Maris Bustamante y Mónica Mayer). En 1984, la Subsecretaría de Cultura de la Secretaría de Educación Pública (SEP) sacó una convocatoria, para que grupos de artes escénicas se presentaran en escuelas de nivel medio por todo el país. Participamos en las audiciones con una conferencia performanceada titulada Mujeres artistas o se solicita esposa, en la que hablaríamos de distintas problemáticas sociales que enfrentamos las mujeres a través de la obra de mujeres artistas de nuestra generación y nos aceptaron. Es la primera obra del grupo que hoy podríamos definir como práctica social y que nosotras llamábamos “proyectos visuales”.
En ese momento, yo tenía un hijo pequeño y tanto Maris como yo estábamos embarazadas, por lo que pedimos trabajar en el Estado de México para poder ir y regresar todos los días. Durante un mes entero anduvimos del tingo al tango, recorriendo población tras población, escuela tras escuela con nuestra conferencia performanceada. Eran otros tiempos y nunca se nos ocurrió documentar. Además, era una pieza de larga duración y siempre en lugares diferentes, por lo que, si hubo prensa, no nos enteramos. Aprender a documentar este tipo de piezas tiene su chiste y, como en ese momento ese tema ni siquiera se discutía en el medio artístico mexicano, hemos ido aprendiendo a partir de nuestros errores.
Sin embargo, me parece importante rescatar esta obra, aunque sea a partir de tres documentos y dos recuerdos, porque realmente fue muy radical para su momento. De entrada, en esa época había poco performance y éste estaba totalmente alejado del ámbito escénico. La idea de las “artes vivas” no se contemplaba. La idea de llevar performances a escuelas de nivel medio tampoco era habitual. Pero lo más extraño era hacer una obra que mostrara el trabajo de las artistas mexicanas y que, a partir de sus obras nos refiriéramos a temáticas claramente feministas como la violencia familiar, el aborto, los papeles de hijas e hijos en las familias y, en general, la desigualdad que enfrentaban mujeres de todas las clases sociales en relación con los hombres. Y, sin embargo, el hecho de que todo estaba empacado en un formato “conferencia”, que hablábamos en un lenguaje cotidiano y usábamos el humor como hilo conductor, permitía que el público se acercara fácilmente a lo que decíamos.
Al tratar de reconstruir la conferencia entre los miles de diapositivas que tenemos en el archivo de Pinto mi Raya, pudimos detectar algunas y encontré unos cuantos documentos. A partir de eso, a manera de reflexión sobre los huecos en los archivos y la memoria, realicé una pieza nueva: Mujeres artistas o se solicita esposa: recuento de una gira, que se presenta en la muestra, pero que también pueden ver desde la comodidad de su casita AQUÍ MERITO.
Para terminar, les recomiendo ampliamente esta exposición, basada en una amplísima investigación que llevaron a cabo las curadoras, logrando un fino entretejido de muchas voces de las mujeres dedicadas a la cultura y al arte en esa década. Para mi fue una sorpresa porque, aunque yo viví muy de cerca ese momento, verlo a través de los ojos de una generación más joven es muy enriquecedor. Si no pueden llegar a la exposición, prometen que para enero del 2024 habrá una publicación sobre la muestra.
El día de la inauguración hablaron Tatiana Cuevas (directora del MACG) y las cuatro curadoras, quienes se refirieron al núcleo que cada una de ellas curó. Pero lo más conmovedor fue encontrarme con amigas con las que he seguido en contacto, aunque sea por Facebook, como María Eugenia Chellet, Nunik Sauret, Guadalupe García. Aracali Zúñiga, Rowena Morales o Ana Barreto, pero también con quienes no veía hace casi cuatro décadas, como Roselle Faure y Laita (Bio-Arte) o Isa Restrepo (Tlacuilas y Retrateras). Fue un chapuzón de nostalgia.
Mónica Mayer, octubre 2023.