Foto AVJ

Mi mamá murió el 14 de julio de 1980.

Dos meses antes, tras diversos intentos de acabar con todo, a lo largo de una década, Doña Lilia logró su objetivo: ingirió barbitúricos y se inyectó una dosis alta de insulina. Sin embargo, no murió en ese momento, sino que bronco aspiró su vómito, lo que le causó muerte cerebral.

Lilia junto a su autorretrato ca 1960.

Ella siempre había dicho que bajo ningún concepto quería estar en estado vegetativo. Le preocupaba tanto que incluso pintó un autorretrato en el que se representa el árbol y al fondo pinta el fin de su vida, preguntándose si sería tranquilo o escabroso. Por ello, aunque fue muy dificil, decidimos desconectarla. Ni siquiera puedo describir lo doloroso que esto fue para nosotros. Sin embargo, ella no se murió y, como la eutanasia no estaba (ni está) permitida en México, tuvo una muerte muy lenta para ella y muy dura para quienes la amábamos. Lo que siempre temió.

En ese momento yo vivía en Estados Unidos, en donde estaba terminando mi maestría, por lo que vine a México cuando se desató la crisis, pero no la pude acompañar sus últimos dos meses. Regresé por unos días para su entierro y me retaché a Los Ángeles. Durante casi medio año, aparte de terminar la tesis, me refugié en el dibujo, haciendo una serie de nubes para sacar lo que sentía. Concentrarme en el dibujo me ayudaba a respirar.        

A mi regreso a México, presenté la exposición Silencios, vírgenes y otros temas feministas en el Instituto Anglo Mexicano A.C. y ahí, en mi primera muestra individual, debutaron ellas también.  

Nube negra, 1980

Posteriormente, las nubes se quedaron guardaditas en la cajonera de dibujos durante muchas décadas, igualito que el dolor por la ausencia de mi mamá.

Sin título, 1980

Las diapositivas de estas obras y la documentación de aquella primera exposición y su montaje han estado tranquilitas en sus carpetas en el archivo, aunque desde hace un par de años, cuando empecé a revisar estos materiales para el proyecto Hablando se entiende la gente: interviniendo el archivo de Pinto mi Raya a través del texto, la imagen y la palabra, están presentes. No es gratuito que haya vuelto a trabajar el tema de las nubes.

Víctor Lerma y yo hemos sido bastante cuidadosos al documentar nuestra obra, pero a veces la hemos regado por falta de conocimiento, equipo o recursos. En otras palabras, están las diapositivas de las Nubes, pero el color es infame y tienen unos reflejos de iluminación de la sala que son un terror.

Montaje de la exposición y nubes (sin título), 1980.

Afortunadamente Brenda Hernández ha estado trabajado arduamente en el rescate de las imágenes, en especial aquellas que no sé dónde quedaron. Dudo que las haya vendido porque jamás he tenido mercado, pero es muy posible que las haya regalado. Seguramente nunca las volveré a ver, aunque, cuando veo las diapositivas, recuerdo las piezas, recuerdo hacerlas y recuerdo lo que sentí cuando las hice, todo lo cual me permite brincar al presente para empezar otra serie.   

Mónica Mayer, junio 2024