Viernes, 07 Marzo 2025 16:29

LAS CONFERENCIAS EN EL ARCHIVO: CON DINERO Y SIN DINERO

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Foto BBD mis textos

Meterme al archivo es entrar a un laberinto sin fin. 

A lo largo de los años, algo en lo que he sido bastante constante es en imprimir y guardar los textos que he publicado, los que he leído en mis conferencias, las cartas de protesta que he enviado a los periódicos y los textos de presentación para exposiciones de colegas. Además de archivarla, esa versión impresa siempre me ha servido para para darle una última revisión al texto, por lo que a veces tiene correcciones a mano.

No les había platicado, pero uno de los trabajos en el archivo que empecé a hacer recientemente con el apoyo de Tonantzin Arreola, es el de hacer una base de datos de los textos que publiqué en El Universal a lo largo de 20 años.

Al empezar a rascarle, notamos que es todo un rompecabezas porque algunos textos todavía están en Word Perfect, otros están digitalizados en pdf y otros en jpg. Afortunadamente también esta versión impresa de la que les platico.

Para reunirlos todos y saber en qué formato se encuentran estamos haciendo una base de datos. Pero, además de los artículos para el periódico, van saliendo todos los otros textos, por lo que decidimos de una vez incluir todo en la base de datos.

Con dinero y sin dinero FB

Lo primero que me llamó la atención fueron las conferencias, tema que estoy trabajando en mi proyecto Hablando se entiende la genteLuego, luego lo compartí en FB. Ya ven que recientemente empiezo el proceso de las piezas compartiendo las ideas en las redes sociales y generalmente se arman buenas chorchas. Y, sí, una de las propuestas fue compartir la conferencia y otra hacer un performance. Empecemos con lo primero.

La conferencia que les comparto abajo la presenté en la mesa “Dinero alternativo” durante el V Foro Internacional de Teoría sobre Arte Contemporáneo que se llevó a cabo en Guadalajara el 29 de septiembre de 1996. 

Vagamente recuerdo que yo era la última ponente de la mesa y creo que era el último día. Sí recuerdo que estaba tan nerviosa que empecé a leer lo más rápido que podía, hasta que vi al fondo de la sala a las intérpretes haciéndome señas de que hablara más lento. Eso sí, tengo clarito que me aplaudieron mucho. En fin.  Les comparto el texto. 

 

“V Foro internacional de teoría sobre arte contemporáneo”, Guadalajara, Jal.

29 de septiembre de 1996

 

Con dinero y sin dinero. . . [1]

Dedicado a José Luis Martínez, en buena onda y sin mala leche.

Por Mónica Mayer

Permítanme empezar comentándoles el asombro que me causó que me invitaran a una mesa sobre el tema del dinero. No sólo soy de las románticas que por deformaciones de género y clase piensa que el mundo sería mejor si no valoráramos todo en términos de dólares y pennies, sino que además pertenezco a una generación de artistas que allá por los años setenta, empapada de los dogmas de izquierda y con la matanza de estudiantes en Tlatelolco del 68 a cuestas, asumimos que nos mantendríamos puros y a salvo de las garras del capitalismo, permaneciendo alejados del mercado del arte, que no pasaba de unas cuantas galerías.

Creíamos, ingenuamente, que al desarrollar temáticas radicales o una producción no-objetual como el performance o la instalación, estábamos produciendo obra con valor cultural, pero no así de cambio. Además, a muchos nos dio por trabajar colectivamente (de ahí lo de la Generación de los Grupos) y esto, en aquel entonces, indicaba que no nos interesaba el modelo del artista genio en su torre de marfil, sino el de los trabajadores de la cultura comprometidos con la sociedad. Dichos planteamientos nos obligaron a cultivar una independencia férrea que nos permitió trabajar sin apoyo económico de la iniciativa privada ni del Estado y a buscar canales de distribución alternos para nuestra obra, llámense la calle o los medios de comunicación masiva.

Pero el mercado es terco. Ya que uno cree que lo esquivó con productos que no le pueden interesar, ataca de nuevo. Yo, por ejemplo, cada vez que los colegas pintores se quejaban conmigo de las bajas ventas, les presumía que mi mercado, a pesar de las múltiples crisis económicas, siempre se mantenía estable porque no vendo nada. Un día, me di cuenta de que esto era falso: casi siempre me han pagado por mi obra no-objetual, ya sea como conferencias en el caso de los performances o absorbiendo gastos de producción en el caso de las instalaciones. El hecho es que, paso a paso, aún desde los viejos tiempos, se ha ido conformando un cierto mercado para los no-objetualismos.

Además, en menos de 15 años, las reglas del juego han cambiado. Lo que en aquel momento era "alternativo", ya sea por sus temáticas o por sus soportes, hoy está de moda. Si bien esto implica que tanto la iniciativa privada, como el Estado están dispuestos a invertir en estas manifestaciones artísticas, lo cual es un aliviane, significa que los artistas deben aprender nuevas habilidades, ya sea para aprovechar el flujo de fondos sin desviarnos de los objetivos artísticos o para plantear nuevas formas de subversión del sistema.

En efecto, hoy el mundo es otro, empezando porque hay más galerías. Algunas de ellas se han modernizado en lo que presentan y han desarrollado una visión de ventas más agresiva e internacional. Si antes el arte no-objetual era cuando mucho el postre en un menú de arte sobre soportes convencionales, hoy galerías como la OMR, la Nina Menocal y hasta la tradicional Galería de Arte Mexicano presentan algunas exposiciones de instalaciones, como algún día lo hicieron galerías como la Sloane-Racotta.

Expo-Arte Guadalajara, con FITAC de mancuerna, son parte de esta nueva visión. También hemos dejado de hacerle fuchi a la iniciativa privada. El Estado, por falta de fondos, tuvo que abandonar su papel de mecenazgo paternalista y centralizado. Hoy, incluso, vemos esfuerzos por cambiar las leyes para que a los ricos incultos les sea más fácil deducir sus impuestos aportando a la cultura y para facilitar la labor del selecto grupo de coleccionistas y amigos de museos con objetivos culturales dignos. Nótese que el boom de las sociedades de amigos de museos se inicia en esta década, por lo que aún está en pañales.

Por nuestra parte, ya casi todos los artistas abandonamos la cantaleta de "primero muertos que trabajar para los burgueses o las transnacionales" y no sólo por el fin de la guerra fría, sino porque cuando se desmoronó la Ciudad de México con el terremoto del 85, descubrimos que había una cosa rara llamada "sociedad civil" y que podíamos trabajar juntos por el bien común. Y qué les cuento que hasta algunos críticos y curadores, como los de Curare, se han puesto bien las pilas, explotando su posición como agentes independientes para canalizar recursos locales e internacionales al patrocinio de proyectos de arte no-objetual, entretejiendo una fructífera complicidad entre las partes del sistema que ya hubiéramos querido hace 20 años. Y pronto tendrán competencia con la incipiente generación de niñas bien egresadas de historia del arte en la Universidad Iberoamericana que por fin aterrizó en el siglo XX y le late promover los no-objetualismos. El número de jugadores en el sistema se ha incrementado y es más plural.

Pero el camino aún es largo ya que muchos intentos por crear instituciones para difundir obra ''alternativa" apoyados por la iniciativa privada han fracasado. La Fundación para el Arte Contemporáneo (FAC), que se inauguró en 1993, cerró a los 6 meses por broncas económicas y X'Teresa, que abrió el mismo año como un modelo novedoso para México que pretendía combinar el apoyo institucional y el privado, ha padecido una serie de calamidades que mejor ni les cuento. Cabe mencionar que el Estado, en su afán por estimular el apoyo privado a la cultura ha encontrado algunas fisuras interesantes, como los subfondos del FONCA, que permiten que artistas o asociaciones consigan patrocinios y ellos expiden recibos deducibles de impuestos, sorteando una de las grandes trabas al desarrollo del arte: Hacienda. Aun así, la participación del Estado en la promoción y distribución del arte, igual que en educación, sigue siendo casi monopólica. Si en E.U. la iniciativa privada aporta 90% de los fondos para el arte y el gobierno el 10% restante, aquí la proporción es igual, pero inversa. Por suerte, papá gobierno también se ha modernizado.

Aunque siempre hubo un mercaducho para el arte no objetual a través de universidades o museos, el súper-tianguis de los no-objetualismos empezó en 1989 con la creación del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CNCA). Aunque la propuesta de este organismo venía de años atrás, no fue casual que cuajara en el gobierno que abanderó el Tratado de Libre Comercio (TLC), ya que intenta parecerse al National Endowment for the Arts (NEA), otorgando becas y haciéndole manita de puerco a la iniciativa privada para que le suelte lana a los proyectos que ellos se encargan de legitimar. Y vaya que sí lo han logrado: Hoy, por ejemplo, a todo artista joven que quiere exponer en cualquier casa de la cultura de tercera lo primero que le preguntan es si ha tenido beca.

Aunque al principio las definiciones de arte del FONCA sólo abarcaban los géneros tradicionales, pronto se abrieron a otras categorías como los medios alternativos y multimedia. Su nueva mentalidad de tienda de autoservicio, siempre atenta a las necesidades de sus clientes, ha permitido que la sociedad civil y la comunidad cultural, a través de la demanda, tengan mayor influencia sobre el tipo de propuestas o grupos generacionales que reciben los apoyos. Y creo que ayudó cuando se dieron cuenta que en E.U. y Canadá el mercado en estos géneros está bien gordo. A ver si luego no nos pasa como en Canadá, donde me platican que, en eso de las becas, hasta le hacen a uno el feo si quiere trabajar sobre soportes convencionales. Si no tenemos cuidado de que este tipo de arte, en efecto, responda a nuestras necesidades como artistas y sociedad, cabe el peligro de que acabemos siendo una maquiladora cultural.

Sin duda, estamos en un período de apertura y ampliación del mercado. Pero, en términos de plata, dos cosas han afectado la producción artística mexicana en los últimos años. En primer lugar, no salimos de una crisis cuando ya entramos a otra, y tanto en el 82 después de la devaluación del peso y la nacionalización de la banca, como a partir del dichoso "error de diciembre" de 1994, que aún nos trae asoleados, la cultura ha sido el primer sector en sufrir recortes. Los museos están en la quinta chilla, han tronado muchas galerías, los coleccionistas se fueron a vivir a La Joya o están en Almoloya, los bancos acumulan obra de deudores insolventes y los artistas enfrentamos la triste realidad: aún con las mejores intenciones por parte de la iniciativa privada y el Estado, hay tan poquita lana, que sólo se puede patrocinar una mínima parte de la producción y el resto la tendremos que seguir financiando nosotros.

Por otro lado, a pesar de que a la vuelta de cada esquina nos asaltan la realidad y los rufianes, nos encanta dejarnos llevar por espejismos como el petróleo o el TLC y creer que ya merito vamos a entrar al primer mundo. Cuando esto sucede, nos da por tirar la casa por la ventana en macro-proyectos como el CNA, construido a todo vapor para cerrar con derroche de oro el sexenio Salinista. Incluso olvidando sus problemas arquitectónicos (como falta de luz y ventilación en la escuela de arte), basta comentar que para el ciclo escolar 96-97 sólo aceptaron como a veinte alumnos de nuevo ingreso. ¡Hubiera sido más barato becarlos en el extranjero y con el cambio abrir una necesarísima escuela para maestros de arte!

Otro ejemplo es el Sistema Nacional de Creadores, en sus dos categorías. En la de Creadores Eméritos el pueblo de México le otorga 20 salarios mínimos de por vida a 60 beneficiados, gesto me parece noble y justo... en Suecia. En este programa se gastan 3/4 partes de lo que se invierte en el programa nacional de educación artística infantil, que sólo atiende a una quinta parte de los chamacos, a pesar de ser un programa prioritario y que implica, nada más y nada menos, que la creación de públicos a largo plazo. En la categoría de creadores artísticos se otorga una beca de 15 salarios mínimos mensuales por tres años a cerca de 200 creadores y son consideradas como un reconocimiento, por lo que el artista no está obligado a darle nada a cambio al FONCA. Como artista me encanta la idea, pero como contribuyente me parece un tanto exótico, máxime que ni siquiera hay presupuestos para adquisiciones en los museos, que nunca se le paga al artista que expone y que los funcionarios se infartan cada vez que la Sociedad Mexicana de Autores de Artes Plásticas (SOMAAP) exige los pagos de derechos de autor correspondientes a la exposición de obra.

También se abrió el Programa de Proyectos y Coinversiones por medio del que se patrocinan desde un catálogo para una exposición o la producción de una carpeta, hasta un evento comunitario, una curaduría, proyectos de investigación o festivales que, en efecto, toman más en cuenta las necesidades reales de una sociedad civil que quizá dispone de algunos recursos para la promoción cultural, pero recurre a estos fondos para completar el gasto. A la larga, este estímulo fomenta la conciencia de que la cultura es algo que a todos beneficia y todos debemos apoyar. El Programa de Proyectos y Coinversiones y el CNCA ejemplifican dos filosofías coexistentes muy distintas tanto de la función del artista, como de las políticas culturales. De la presión que ejerza la sociedad sobre el CNCA dependerá el tipo de sistema artístico que tendremos en veinte años.

Un beneficio colateral del FONCA ha sido que a través de ciertos convenios se ha abierto el acceso a los intercambios culturales, despertando la inquietud en muchos artistas por los mercados extranjeros. Así como se han organizado programas para apoyar a la pequeña y mediana industria a exportar sus productos, hoy es necesario plantear proyectos similares para que los artistas puedan vender su obra en el extranjero. Todo ese campo de manejo de fondos para las artes que se ha desarrollado en otros países durante décadas, apenas empieza en México, por lo que es buen momento para orientar su rumbo. Sólo espero que no truene el NEA antes de que entremos bien al juego, aunque en tal caso podríamos convertirnos en expertos asesores en el know-how de cómo sobrevivir en el arte sin patrocinios.

Si bien la iniciativa privada y el Estado han cambiado radicalmente, lo mismo ha sucedido con los artistas que hemos desarrollando mecanismos para financiar y distribuir nuestra obra desde finales de los años ochenta y en los noventa, como son las galerías de autor, que son espacios independientes de artistas que sirven para exponer, como círculos de estudio o de reunión y como micro-empresas que ofrecen diversos servicios culturales. Son, como dice Víctor Lerma, la tercera cara de la moneda... el chiripazo de que al echar un voladito, ésta caiga sobre el canto.

El movimiento de galerías de autor responde a necesidades actuales, pero se inserta dentro de una larga tradición del compromiso de los creadores para con el sistema artístico. Cito el caso de pintores como Rivera, Cuevas, Tamayo o Toledo que han conformado importantes acervos y museos, no por ególatras, sino porque a falta de coleccionistas, ellos asumieron la responsabilidad. Hay que reconocer que, a fin de cuentas, la principal fuente de financiamiento del arte somos los artistas. Lejos de modas, de inversiones golondrinas, de los usos políticos del arte y de los caprichos de los ricos (sean conocedores o narcos lavando su dinerito), los que estamos dispuestos a cargar con el paquete somos los artistas.

La idea de la galería de autor no es nueva en México y sus antecedentes inmediatos son espacios como la Prisse que reunió a diversos miembros de la Ruptura, proyectando y legitimando las propuestas artísticas de su generación. A finales de los ochenta, varios artistas de la Generación de los Grupos abrimos espacios en aquel momento considerados ''alternativos". El Archivero de Yani Pecanins, Armando Sáenz y Gabriel Macotela (que perteneció al grupo Suma), manejaba libros de artista. Adolfo Patiño, antaño del grupo Peyote y la Compañía, lanzó La Agencia, changarro que le abrió la llave al chorro de artistas treintañeros con los que hoy compartimos hábitat cultural y además sirvió como campo de entrenamiento para futuras generaciones de artistas galeros.

En 1989, Víctor Lerma y yo abrimos la galería de autor Pinto mi Raya que poco a poco se ha transformado en una propuesta de arte conceptual aplicado desde la que promovemos proyectos que estimulan un mejor funcionamiento del sistema artístico, que consideramos como nuestra obra. Para nosotros, el viejo ideal de borrar las fronteras entre la vida y el arte era dogma desde hace veinte años, pero cuando nos dimos cuenta que nada de lo que hagamos tendrá la menor relevancia si no existe un sistema en el que se inserten las propuestas, optamos por dedicar nuestros esfuerzos artísticos a su apuntalamiento.

Esto nos ha llevado a plantear proyectos como nuestro archivo Raya, que incluye más de seis mil textos de crítica de arte publicados en los diversos diarios desde 1991. También echamos a andar el proceso de legitimación de la electrografía en México organizando proyectos que incluyen desde la producción de gráfica con tecnología de punta, hasta la documentación de este tipo de obra desde los años sesenta. Por último, ideamos proyectos de lubricación de áreas oxidadas del sistema artístico, como la relación crítica/arte. El año pasado, por ejemplo, invitamos a treinta y seis críticos a presentar obra plástica y a los artistas a escribir crítica, resultando en un diálogo que sacó chispas. Este año, ante lo nice que se han puesto las artes alternativas en México con tanto patrocinio, junto con cuatro otras instituciones tan serias como nosotros que son La Araña de Peluches, Polvo de Gallina Negra, COTAVLE y Pelos de Cola, hemos lanzado la convocatoria para El último encuentro nacional R.I.P. (Rebeldía ante la impotencia plástica) invitando a los artistas a participar en las categorías de: a) performance de semáforo, b) diseño de marchas, manifestaciones y “plantones”, c) diseño de timbres eróticos y d) textos sobre performance y arte conceptual. Por cierto, nuestros socios también son ejemplo de organizaciones de artistas independientes y autofinanciadas: la Araña de Peluches de Maris Bustamante es una empresa productora de utilería plástica y Pelos de Cola edita una carpeta de arte pornográfico.

Pero el movimiento de galerías de autor es impresionante, por mencionar algunas: Foco, Salón des Aztecas, El Ghetto, El Observatorio, Los Caprichos, La Quiñonera, Caja 2, Temístocles 44, Zona, La Panadería, Galería Daría Navarro, La Covacha de la Quimera, la Torre de los Vientos o El Sótano de la Roma. En su mayoría son de corta duración, pero no por ello dejan de ser centros importantes por su impulso a los artistas jóvenes y a la investigación, como zonas libres en las que no hay censura y como centros de desarrollo de nuevas formas de financiamiento que van desde la complicidad de la casera que no cobra renta, hasta la venta de cerveza o la producción de carpetas. Uno de los más recientes, Art Deposit, evidencia en el nombre los efectos del TLC y del Mexican Dream.

A la hora de llegar a alguna conclusión sobre este rollo, no sé qué decir. Recuerdo una frase célebre de mi amiga Maris Bustamante que ejemplifica lo difícil que es hablar de dinero en cuestiones artísticas y que dice así: "Al arte le vale madres”. Si vivimos en el tercer mundo y el sistema artístico en el que producimos está cucho, al arte le vale madres. Si no tenemos plata para producir, nos enfermamos, pertenecemos a minorías discriminadas o padecemos políticas culturales infames, al arte, —aunque a nosotros no— le vale madres. Por otro lado, hoy que ya hasta hablamos del mercado de los no-objetualismos, resalta más que nunca otra de sus frases célebres: “Jamás lo hicimos por el dinero", refiriéndose, naturalmente, a pasiones tan fuertes como el arte. No lo hicimos para conseguir una beca, ni para que las galerías vendieran un producto novedoso, no fue para quedar bien con críticos o hacerle ojitos a los curadores, ni siquiera para participar en un festín de legitimación como el que hemos disfrutado estos días. Lo hicimos, y seguramente lo seguiremos haciendo, por el puritito gusto de tratar de sacudir el inconsciente colectivo, por las ganas de descubrir de qué se trata la vida, y para jugar con conceptos y sensaciones tan raras como la identidad, a pesar de que sepamos que no sirve de una real chingada sin todo el mecanismo de mercado que permite que la obra se inserte en la sociedad. Y en este divertido mundo de contradicciones, concluyo con las alternativas que tenemos los artistas que mencioné hace rato: o aprendemos nuevas habilidades para aprovechar el flujo de fondos que hoy nutre a los no- objetualismos o planteamos nuevas formas de subversión del sistema. ¿A usted que le late?

[1] El texto también se publicó por entregas en El Universal los días 7, 8, 9, 10 y 11 de octubre de 1996.

 

Mónica Mayer  Marzo 2025

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